Topacio
viernes, 30 de diciembre de 2011
Lectores
para todos aquellos lectores del blog, al estar de viaje se me dificulta poder entrar a seguir posteando la novela. De paso, le estoy haciendo unas modificaciones para que sea m{as precisa la novela y la historia. Espero que sepan comprender. Saludos.
martes, 6 de diciembre de 2011
Capítulo 14
La noche llegó y
Frank seguía en la cama, pero al menos ya comenzaba a moverse entre sueños.
Tenía muchas dudas: ¿Cómo logró encontrarme si no tenía puesto el collar?
¿Alguien le habrá dicho dónde me encontraba? No, no le había dicho a nadie.
Extraño era, puesto a que no conseguiría respuesta. Busqué el collar y me lo
puse. Traté de entrar en los sueños de Frank, pues quería saber unas cuantas
cosas, como si era verdad que Travis no era humano. Me quedé dormida al
instante. Entré a su sueño. Estábamos en el baile. Frank estaba parado cerca de
la puerta de entrada, esperando algo o alguien. En ese momento aparecí junto
con Nicholas, quien estaba vestido muy elegante. Bajamos de las escaleras y
fuimos a saludar a todos. Pareció que no había registrado que Frank estaba al
lado de la puerta. Me miró un largo rato. Emma había aparecido más bella de lo
que era. Un peinado alto, un estilo de cola de caballo, con bucles. Una máscara
dorada que cubría únicamente la parte superior de su cara. Labios rojos como
pétalos de rosa. En conclusión, estaba hermosa. Bajó de las escaleras y saludó
a Frank, lo tomó del brazo y fueron a saludar a todos. Durante el baile,
siempre trataba de estar cerca de mí, seguramente para darme celos. En ese
momento, Travis atravesó la puerta. Me quedé mirándolo, él me miró. Nicholas se
acerco a Travis y le dijo algo al oído. Se acercó. Me tomó de la cintura y de
la mano. La música comenzó a sonar tranquilamente. Comenzamos a girar. Seguía
mirándome, muy llamativa que hacía que me tentara. Frank estaba furioso y
celoso que le pisaba los pies a la pobre Emma. Travis se me acercó para besarme.
El piso tembló. Frank estaba con los ojos carmesí como cuando estaba muy
enojado, las alas empezaron a salir. ¿Me había olvidado de poner el líquido en
su bebida? Travis se detuvo.
-Deberías
tranquilizarte, Frank. Estas haciendo que todos se alejen- dijo tranquilo
-No te
le vallas a acercar- dijo. Tuve mucho miedo por ambos
-¿Qué
pasa? ¿Quieres pelear otra vez, Frank? Recuerda que habías perdido-
-No...Ésta...¡VEZ!-
contestó Frank, lanzándose a Travis
De repente, Travis
se corrió velozmente que nadie lo pudo creer.
-Estuviste
practicando- dijo el ángel
-Al
igual que tú-
-Creíste
que no sabría que Rebecca puso ese líquido que quisiste darme hace tiempo en mi
bebida, ¿no?-
-Estaba
seguro de que lo sabías. Sólo que desconfié y desconfío aún en tu inteligencia-
Travis ya no era un
muchacho como yo creí que era. Por un
momento dudé qué era, pero finalmente me di cuenta: un hipogrifo. Frank estaba
en lo cierto, no era humano. Ambos se empujaron al gran jardín. Estaban heridos
y sangrando. No podía hacer nada. Si me interponía podía salir herida. El
cielo, que estaba estrellado, se llenó de nubes negras. Travis y Frank se
detuvieron. Sobre el pasto se estaban escribiendo unas palabras con fuego que
nadie lo pudo descifrar:
“Al anochecer,
el animal misterioso se encamina a la
joven poderosa.
De la oscuridad aparece la figura del
toro,
quien sobre sus manos aparece una daga.
Ésta es clavada sobre el corazón de la
joven,
quien cae sin volver a respirar”
Parecía que Travis
y Frank eran los únicos que entendían el significado de esos símbolos. Me lo
tradujeron: “Al anochecer, el animal
misterioso se encamina a la joven poderosa. De la oscuridad aparece la figura
del toro, quien sostiene sobre sus manos una daga. Ésta es clavada sobre el
corazón de la joven, quien cae sin volver a respirar”. Se pusieron junto a
mí, tratando de protegerme...
Cuando desperté,
noté que Frank ya estaba despierto. No estaba segura si lo que acababa de vivir
iba a ser cierto o todo fue manipulado por la mente de Frank para que estuviese
junto a él toda la noche para protegerme de no sé qué. Estuvo mirándome un
tiempo, sin decir una sola palabra. Decidió decir algo.
-¿Ya
puedes creerme?-
-Tal
vez-
-¿Recuerdas
lo que soñé? Es que jamás lo recuerdo cuando despierto-
-Sí, lo
recuerdo todo. Creo que debes irte-
-No
necesito irme-
-¿Y si
quiero que te vallas?-
-Eso es
otra cosa. ¿Quieres que me valla?-
-Si
quieres quédate, pero no quiero que mi padre te vea, ni mi madre-
-Está
bien. Igual debo irme- dijo sonriendo no muy animado
-Ten
cuidado- dije. Me miro y sonrió. Esta vez impresionado
-¿Preocupada?-
dijo aún con esa sonrisa
-No.
Solamente no te quiero dar las esperanzas de que siempre apareceré allí para
curar tus heridas-
-Seguro-
esperó un segundo- Adiós, Begg- hizo una reverencia
Esperando mi
“adiós” se quedó en la ventana, pero al ver que no iba a decir nada, se lanzó y
desapareció. Era increíble todo eso. Me senté en la cama y pensé que jamás
descansaría hasta que vuelva a él. Eso no iba a pasar, con lo que me había
hecho ya era suficiente y no iba a repetirlo. Como dice mi padre: “a los
errores hay que estudiarlos para no volver a repetirlos”. Sabias palabras. No
estaba segura de cuál era mi error: el haber terminado con él, el haber estado
con Frank, o el estar dudando si es que volvía con él o no. Ya estaba muy
confusa de tantas dudas, pero sabía que había decidido bien con respecto de mis
sentimientos. Sentía algo por Travis y estaba segura de que Frank seguía
gustándome.
Estuve así durante
un buen tiempo hasta que alguien llamaba al teléfono.
-¿Begg?
Soy yo, Mae-
-¿Mae?
¿Qué haces llamando? Creí que estabas en el Instituto-
-Sí,
pero mis padres fueron a visitarme y me dijeron que pasarían un rato conmigo ya
que están de vacaciones o algo por el estilo. ¿Cómo estas? Te tengo una
sorpresa que estoy segura de que te encantará-
-¿Cuál?-
-Mira
por tu ventana-
-¡¿Qué?!-
me asomé por la ventana
Allí estaba ella
junto a un auto azul oscuro junto a una mujer y un hombre que de seguro eran
sus padres.
-¿Quieren
subir? Mis padres no han llegado aún, pero suban-
-Está
bien. Nos vemos-
-Adiós-
No podía creer que
Mae estaba en la puerta de mi edificio. Esa sí que era una gran sorpresa, pues
me tomó desprevenida. Llamé a mis padres antes de que llegaran a casa.
-Hola,
papá. ¿Puedo hacer subir a la familia de Mae para que se queden a cenar? Es que
están en la puerta-
-Claro
que sí. Ni siquiera debías llamar para preguntar. Has que suban y que estén
cómodos. Ya estamos llegando- cortó
El timbre de la
puerta sonó. La abrí y Mae saltó sobre mí. Sus padres comenzaron a reír.
-Pasen,
por favor- dije amablemente-Pónganse cómodos que mis padres ya están por
llegar-
En seguida apareció
mi padre entrando por la puerta. Saludó muy amablemente y comenzaron a hablar.
Mi madre llegó un poco más tarde ya que fue a pedir la comida al restaurante
favorito de ambos. Mae y yo fuimos a mi habitación y hablamos de todo un poco,
pero principalmente del Instituto. Fue una conversación muy larga.
-¿Y el
Instituto? Es que no sé cómo están las cosas-
-Bien,
por dónde puedo empezar. Ah, sí. La directora Sawner pintó todas las
habitaciones, las salas, todo. En cuanto a las chicas, Cady sigue con James. A
decir verdad, me gusta Nicholas. Michelle gusta de medio colegio y nada más.
Casi me olvido de alguien, de Frank Danibelle. Deberías haberlo visto, parecía
que el mundo se le venía abajo. ¿Te acuerdas que él era uno de los más
inteligentes de la clase? Pues ahora está muy vago, no tiene ganas de hacer
nada, no habla con nadie. En la hora de recreo, se encierra en su habitación y
se queda allí hasta que toca el timbre de clase. Nunca lo encontramos en la
hora de educación física. Ya no toca más la guitarra. En conclusión, está muy
deprimido. No es el mismo. Me deprime verlo así. También no come nada. Emma
siempre va a hablarle y él pareciese que está sordo. Ella se le acerca, el se
levanta y se va. En verdad ese chico me asusta y me preocupa-
-Sí,
pobre. Cuéntame de cómo te enteraste de que te gustaba Nicholas-
-Algo
pasó entre tú y Frank. Lo sé. Es muy obvio. Siempre te importó saber lo que
pasaba con él y ahora quieres cambiar de tema. Begg, cuéntame qué es lo que
pasó-
Por supuesto que le
conté, era como mi hermana. Escuchó palabra por palabra, sin interrumpirme.
Cada cosa que le contaba ella se quedaba sorprendida y negaba con la boca
abierta. Parecía que había momentos en los que se iba a poner a llorar.
Finalmente llagué al final.
-...y
ahí es cuando lo vi con Emma, enseñándole a batir la crema o algo así. Encima le
encontré a ella en su saco un recorte de de campeona de cocina. Frank me vio,
corrió tras de mí y le dije que terminó lo nuestro- me caían las lágrimas
-Desde
el principio supe que ese chico te haría daño. Es un tonto al desperdiciar lo
que tenía frente a él. Si me lo llego a cruzar otra vez, juro que lo golpearé
hasta que me sienta mejor-
Siempre hacía todo
lo posible para hacerme reír, y lo lograba con éxito. Tomó su bolso y sacó una
película para ver. Eso hizo que me sintiese mejor. La película era “El Día
Después de Mañana”. Nos pasamos viéndola mientras los padres de Mae y los míos
se conocían mejor. Olvidé mis problemas y todo lo que estaba fuera. En lo único
que pensaba era que Mae estaba conmigo.
Pasó la noche y mi
visitante estaba dormida en la misma posición que estaba cuando mirábamos la
película. Sus padres se habían ido a desayunar con mis padres en el comedor del
edificio. Tuve la sensación de que alguien nos estaba vigilando, no sabia desde
dónde, pero lo sentía. Desperté a Mae para irnos a desayunar. No se levantaba,
pues estaba profundamente dormida. Escuché una voz, tranquila, pero aterradora.
Mae me decía: “cállate que trato de dormir”, eso significaba que ella también
escuchaba la voz, solo que creía que era yo la que hablaba. Tuve en verdad
mucho miedo. Busqué el collar de Frank y me lo colgué. Tocando el topacio dije
en voz baja: “Frank, algo está pasando en mi departamento. Una voz aterradora
está hablando. Tengo miedo y no sé qué hacer”. No me contestaba. Seguí
intentando despertar a Mae, pero no podía. Pareció que alguien la había
hipnotizado para que, pasara lo que pasara, no abriera los ojos. Pensé a mis
adentros que iba a morir. Mi vida había acabado. Me levanté de la cama al oír
la voz del otro lado de la puerta de la habitación. Ésta se abrió unos
centímetros. Mis venas se congelaban. Se podía ver el humo del frío que hacía
en el departamento. La puerta volvió a moverse unos centímetros más. Una nube
de hielo se acercó a mí. Me sentía debilitada. No podía gritar, ni moverme. Casi
no podía respirar. Estaba temblando. Me miré en el espejo que se encontraba al
lado de la puerta. Estaba violeta, labios congelados y violetozos. No podía
mantenerme más en pie y caí al suelo. Los ojos no podían mantenerse abiertos.
Solo podía oír. Lo único que veía era negro, oscuridad. Escuché la puerta
abrirse, chocando contra la pared, haciendo un estruendo ruido que me hizo
saltar del terror. No sabía qué pasaba. Sólo sentí la misma presencia que la
anterior, pero más fuerte. Estaba frente mío. Su respiración se sentía en mi
frente. En ese entonces, la ventana reventó. Frank había entrado. Escuché en
mis pensamientos: “tranquila, ya estoy aquí”. Dejé de pensar, mi mente no daba
más, puesto que se había congelado.
Cuando volví a
despertar, la habitación estaba cálida, como si jamás hubiera pasado ese
congelamiento. Mae seguía dormida. Frank estaba ahí, con sus piernas semejando
a una almohada. Estaba mirándome.
-¿Cómo
te sientes?- me pregunta
-No lo
sé. Siento frío y calor a la vez-
-Ya se
te irá. Estarás bien, no te preocupes. ¿Por qué creíste que vendría a salvarte?-
-No lo
sé. Tuve miedo- en realidad sabía que vendría porque seguía amándome
-Ah. No
pensaste que vendría a salvarte porque yo te...-
Mae se estaba
despertando. Sus ojos estaban casi abiertos. En cuanto quise mirar a Frank, ya
no estaba.
-Que
frío hace. ¿Qué haces despierta a esta hora? Son las...- mira su reloj-diez y
media-
-Es que
no pude dormir. Eso es todo-
-¿Por
qué decías esas cosas tan aterradoras, con una voz que parecía no pertenecerte?-
-¿Recuerdas
qué fue lo que dije?-
-Sí.
Dijiste que el fin del mundo se acercaba. Que todas las personas que parecen
ser humanas morirían. Pero no entiendo, dijiste “las personas que parecen ser humanas”,
¿qué quisiste decir con eso? No tiene lógica-
-No lo
sé. Tampoco recuerdo haber soñado algo-
-No
importa- dijo sonriendo- Vamos a vestirnos, así desayunamos con nuestros
padres-
-Está
bien-
Mientras me vestía
traté de entender lo que había dicho entre sueños, aun cuando no estaba soñando
“con una voz que no me pertenecía”, como dijo Mae.
Cuando ya habíamos
terminado de vestirnos, busqué la llave para salir de la habitación, pero la
puerta estaba abierta y con nieve. Traté de convencer a Mae que eso se había
formado por el aire acondicionado, pues estaba muy bajo. Bajamos por el
ascensor y nos dirigimos al restauran del edificio. Allí estaban nuestros
padres hablando de no me acuerdo qué, tomando café o té con masitas de dulce de
leche y tostadas con manteca. Nos sentamos en la mesa para compartir. Pedí una
chocolateada. Mae, leche sola.
-Que
bello collar tienes, Begg- dijo mi padre. Me había olvidado quitármelo
-Sí,
gracias-
-¿Se
puede saber quién te lo regaló?- preguntó mi madre observando cuidadosamente el
topacio- Porque ese no es un regalo de mujer. Es de hombre-
-Me lo
regaló Nicholas- no podía decirles que me lo dio Frank, pues mi padre seguía
enojado por lo que me había hecho. Lo sabía porque se lo conté.
-Ah.
Debe ser un muchacho muy considerado para que dé un regalo de éste estilo, tan
delicado para una joven-
-Sí. Él
es como un hermano para mí-
-Cambiando
de tema, ya falta poco para el baile-
-Sí, lo
sé, papá- terminé la última gota de chocolatada- Voy a salir a caminar. ¿Me
acompañas, Mae?-
-Seguro-
Nos levantamos de
la mesa y nos fuimos. Las calles estaban tranquilas. Ningún auto hacía sonar su
bocina, impacientándose por el tráfico. Mae y yo caminábamos charlando de todo.
Le conté cómo me sentí al conocer a mi madre, los días que pasé junto a ellos
después de no haberlos visto por muchos años, las cosas que me compraron, y sobre
muchas otras cosas más. Me sentía tranquila y feliz de estar con una amiga por
donde vivía en ese momento. Como dije anteriormente, Mae era como una hermana
para mí, la hermana menor que siempre quise tener, aunque fuera más alta que
yo. Vimos vidrieras, entramos a locales de ropa, joyería y accesorios. Todo era
perfecto y nada podía deshacerlo. Mientras caminábamos por una avenida, nos
encontramos con Travis. Estaba lastimado en las mejillas. Parecía que alguien
lo había arañado. Detuve su paso.
-¿Qué
te pasó?- le pregunté sin saludarlo
-¡Begg!-
dijo sorprendido-¿Qué estás haciendo por aquí?-
-No me
cambies de tema, Travis. Dime ya qué fue lo que te pasó-
-Nada.
Solamente tuve una pelea-
-¿Con
una chica?- dije a regañadientes, tratando de no ponerme celosa, ¿celosa? ¿Yo
estaba celosa de que tuviera una novia?
-Jaja,
no. No tengo novia, Begg- dijo ruborizándose un poco- En realidad no fue una
pelea, un animal del...zoológico- lo pensó. Me mentía
-Ah.
Está bien. Ponte algo en la mejilla, sino se te inflamará o algo por el estilo-
-Así
que te preocupas por mí- no supe qué decir
-Eres
mi amigo- traté de mostrarme obvia
-Sí.
¿No me vas a presentar?- dijo mirando a Mae
-Disculpa.
Ella es Mae, una amiga del instituto, bah, mi mejor amiga-
-Un
placer- contestó- Bueno, me tengo que ir. Fue muy lindo volver a verte, Begg-
-Lo
mismo digo. Adiós-
El topacio comenzó
a quemar. Allí, en la esquina vi a Frank con los brazos cruzados y con una ceja
levantada, mirándome enojado. Pasó un auto y ya no estaba. Miré por todas
partes, pero no lo encontré. Seguí caminando. Tropecé con una baldosa y caí al
suelo. Mae se preocupó mucho al ver mi pierna sangrar. Travis estaba cruzando
la avenida. Cuando me vio tirada, corrió a ayudar. De un bolsillo de su pantalón
sacó un paño y alcohol puesto en un pequeño frasco. Mojó el pañuelo y lo puso
delicadamente en mi rodilla. Ardió, pero no grité. Mae se preocupó, así que fue
al hotel para avisarle a mi padre lo que había sucedido, y que un amigo me
estaba ayudando y que me esperara en el hotel. Mi nuevo ayudante levantó mi
torpe cuerpo muy fuertemente. Un flacucho, sin ningún rasgo de fortaleza, logró
levantar a lo que yo le llamaba “cuerpo de elefante”. Me acompañó en todo
momento hasta el hotel, donde esperaban mis padres y los de Mae en la puerta.
Al verme, mi padre corrió a ayudarme. Me levantó y me llevó al cuarto,
depositándome suavemente en la cama. Agradeció el apoyo de Travis, que pidió
hacerme compañía hasta que la herida quedara cerrada. Mi padre accedió y se
fue, dejándome a solas con él. Mae también salió del cuarto. Todos se iban al
restaurante a hablar, ya estando tranquilos por mí. El corte no era muy
profundo, pero seguía sangrando. Cada tanto me cambiaba el paño ensangrentado
por otro limpio. Mí alrededor estaba silencioso. Solo podía escuchar el motor
de los autos y el canto de las aves. Relajé mi cuerpo y dormí. No sabía si la
visita seguiría a mi lado, aún cuando estuviera dormida, pero al menos tenía a
Travis, tomándome de la mano y esperando que dejara de sangrar lo que yo quería
que sangrara.
Las horas pasaron y
él seguía junto a mí, pero se había quedado totalmente dormido. Me levanté sin
que se diera cuenta y salí de la habitación. Fui a la azotea, con mucho calor.
Necesitaba oxígeno. La pierna seguía doliéndome, pero pude soportar. Tuve
suerte por tener el ascensor y no tener que subir escaleras, que seguramente
tardaría mucho tiempo. Finalmente el ascensor se abrió. Estaba en pijama y con
pantuflas. Las luces de toda Nueva York estaban encendidas, los autos hacían
sonar sus bocinas, y el aire era fresco y agradable. Me senté en una caja de
madera, la cual temí que se rompiera. No lo hizo. En la mano tenía un libro, La Hija del Apocalipsis. Lo había tomado
antes de fugarme del cuarto. La ciudad se fue tranquilizando de a poco. Mis
párpados estaban cansados. El libro calló al piso. Cerré los ojos y, al final,
quedé en un profundo sueño.
Cuando desperté, ya
no estaba en la azotea del Hotel. A mi alrededor habían flores, pasto,
luciérnagas y un lago. Al mirar a mi izquierda, Frank estaba tirado mirando las
estrellas. Volteé mi cuerpo para mirarlo. Se dio cuenta de que estaba despierta
y también se dio la vuelta. Ambos quedamos mirándonos durante largos minutos.
Se mordió el labio inferior. Abrió a penas uso centímetros su boca, como si
intentara hablar. No lo hizo. Volvió a cerrar la boca y calló. Nuevamente miró
las estrellas. Tomé su mano. Reaccionó mirándome. No dijo una sola palabra,
pero me imaginé qué era lo que quería decir o que estaba pensando.
-No
pasa nada-
Continuó mirando
mis ojos. Sonrió. Me acerqué a él y coloqué mi cabeza en su pecho. Me abrazó y
así nos quedamos. Me dormí. Después no sé qué más pasó.
viernes, 2 de diciembre de 2011
Capítulo 13
La mañana había
llegado nuevamente. Su luz iluminó mi cuarto y mi rostro, haciendo que me
despertara. La alarma estaba preparada para las 9:30 y eran las 6:00. Estaba
muy emocionada. Los días habían pasado velozmente y faltaban tan solo tres días
para el baile.
Mientras me vestía
para salir, escuchaba por la radio a AC/DC. Pensaba que debía hacer algo para
que el ángel no supiera quién de todas las jóvenes del salón era yo. Terminé de
vestirme, apagué la radio, tomé las llaves y me fui.
Ya las calles las
conocía, al igual que los locales. Mirando una vidriera de mascotas, un
muchacho se tropezó con mi pie.
-Disculpa,
¿te encuentras bien?-
-¿Crees
que me encuentro bien?- se pausó y me miró, como si me conociera- No importa.
Disculpa-
-No
tienes por qué disculparte- dije sonriendo
-Hace
mucho tiempo que no nos vemos-
-¿Nos
conocemos de algún sitio?-
-Soy
Travis, Begg-
-¿Travis?
Estas muy cambiado-
-Y tú
estás bellísima, igual que siempre-
Cada frase dicha
por él hizo que me quedara sin palabras y sin aliento. En verdad estaba
guapísimo desde la última vez que lo vi. Seguramente ya tenía novia y le
gustaba coquetear. Si intentaba conquistarme, lo estaba logrando con mucha
facilidad. Su voz era más serena. La mirada que tenía hacia que me sintiera
incómoda. No estaba segura de lo que sentía y tuve la sensación de confusión.
Me gustaba tanto Travis como Frank, aunque estaba completamente furiosa con él.
-¿Estás
escuchándome?- preguntó con una sonrisa
-Sí. Es
solo que estaba pensando-
-¿Pensando?
¿A esta hora de la mañana? Creo que tu desayuno ha afectado tu mente- y comenzó
a reír
Era hermoso serio
como riendo.
-Hey,
¿me vas a contestar?-
-Es que
no desayune-
-¿Cómo?
Ahora me acompañarás a desayunar. Un día como hoy, caluroso, te hará mal si no
comes algo. Vamos-
Me tomó de la mano
y caminamos un rato hasta llegar a un bar. El mozo vino a nuestra mesa en
seguida y preguntó la orden.
-Un
submarino y un sándwich tostado, por favor- contestó Travis
Noté cómo me miraba
durante el tiempo en el que esperamos el desayuno, pero el problema era que
desde la última vez que lo vi, me había dicho que gustaba de otra de las
chicas. Ella se llamaba Dominique. Era la más petisa del aula. Su pelo era de
color marrón, ojos marrones, piel medianamente tostada. Para mi criterio, era
bonita. Ese momento hizo que me sintiera mal. Aunque no me había enterado,
Travis era el segundo chico que me gustaba y, luego de la pelea con Frank y al
encontrármelo, pasó a ser el primero. Estaba segura que no sentía nada por mí,
pero me encantaría que fuera así. No sé si era AMOR lo que sentía por él, simplemente
me gustaba. El mozo apareció frente a la mesa colocando la taza sobre la mesa
sin que se derramara.
-Gracias-
dije
El submarino estaba
delicioso al igual que el tostado, pues, accidentalmente me quemé la lengua al
tocarlo. Travis se rió. Me encantaba hacerlo reír.
-En
cuanto termines, si quieres, te acompaño a ver lo que quieras. Es que creo que
detuve tu mirada del local anterior-
-No hay
problema. Pero me encantaría tener compañía en el día-
Terminé el pedido,
pagó Travis sin que yo lo dejara y nos fuimos.
-Aquí
tienes la plata con la que pagaste mi desayuno- dije buscando en la cartera el
dinero
-No
quiero que me lo devuelvas-
-Toma.
No quiero que digas que no lo aceptarás, pues me sentiré ofendida-
Con mucha lentitud
tomó el dinero que le estaba entregando, esperando a que me arrepintiera.
-Enserio,
Begg, quédatelo- dijo cambiando su mirada
-Por
favor, Travis, es mi forma de agradecerte lo que has hecho-
-Está
bien-
Frente al
departamento en el que vivía me despedí. Habíamos acordado de salir el día
siguiente y el siguiente. Seguro sería muy divertido pasar esos días con él. Al
igual que se divertía conmigo, yo me divertía con él. Cada cosa que decía me
daba gracia, su música rara, todo. Lo bueno era que no teníamos mucho en común.
Mi padre, como era
de costumbre, llegaba tarde a casa, pero esa vez alguien estaba dentro.
Miré cuarto por
cuarto, tratando de ver de quién se trataba la visita. Una valija vi sobre la
cama de mi papá y se oía el ruido de la lluvia del baño. Abrí la valija para
buscar algo que lo o la identificara, un documento o algo por el estilo. La
valija le pertenecía a Clara Thompson de Davis. ¿De Davis? Entonces era... La
ducha se había apagado y alguien estaba mirando desde la puerta que estaba
abierta.
-Rebecca,
hija- dijo la voz con tono de sorpresa
-¿Mamá?-
-Sí.
Ven y dame un abrazo-
Corrí hasta sus
brazos mojados. Me sentía muy feliz al estar junto con mi madre después de
mucho tiempo. Papá me había dicho que estaba de viaje, haciendo una gira o algo
por el estilo. Había dejado su trabajo anterior para dedicarse a la actuación,
que era su vida.
-¿Cómo
te encuentras, cariño?- me preguntó con una gran sonrisa
-Muy
bien, pero ahora mejor. No sabía cuándo volvería a verte y ahora, aquí estas-
-Quiero
estar lo más posible contigo, por todos estos años en los que no te pude ver
crecer-
-Muchas
gracias, mamá-
-Una
jovencita como tú debe tener una mirada materna, la cual debería ayudarte con
elecciones de ropa y de ese estilo, porque tu padre eligiendo... no lo creo,
siempre me pareció que tenía malos gustos de ropa. Pero tú no le digas. Es algo
entre las dos-
-Está
bien-
-Vamos
a comprar algo, que es muy temprano todavía-
-De
acuerdo-
Salimos del
edificio. La calle ya estaba repleta de personas, caminando de un lado al otro.
Mi madre conocía un lugar en el que ella siempre iba a comprar ropa y
accesorios. Con la simple mirada que le di a la vidriera, supe que era un lugar
muy costoso y lleno de bellas cosas. Entramos al local. Una señora mayor nos
atendió muy amablemente. Mi madre la saludó. Nos ofreció un vestido azul
marino, pero ya tenía mi vestido, que era el que había encontrado cuando fui de
compras con las chicas. Después de eso, recordé que era un baile de máscaras, y
estaba alrededor de máscaras. Jamás me gustó usar máscaras y debía usarla igual
para que mi ex no me registrara. La señora nos indicó un lugar que hacía el
estilo de las máscaras que estaban en la vidriera en una hora según el gusto
del comprador. Esa idea me pareció de lo más cómoda, ya que sería como yo lo
quería. En el local, un joven muchacho nos atendió, estaba debajo del estante
buscando algo. Al levantarse del suelo era Travis quien trabajaba allí. Me
sorprendí totalmente. También me registró, pero trató de ignorarlo ya que se
encontraba en el trabajo y yo estaba junto con mi madre.
-¿En
qué las puedo ayudar?- preguntó
-Mi
hija quiere una máscara la cual ella elegirá la forma, los colores y los
arreglos. ¿Es posible?-
-Sí,
señorita-
-Gracias,
por lo de señorita. Ya no soy joven-
-Para
mi gustó se ve muy joven, como de una señorita de unos veintitrés años-
-Que
amable es, joven. Pero tengo treinta y seis años. Aunque no me haría mal
sacarme unos trece años- dijo mi madre
riendo
-
Necesito que su hija me acompañe por aquí- dijo Travis señalando a un cuarto
iluminado que se hallaba al fondo de todo el local. En ese cuarto estaba un
hombre que trabajaba con unos diseños hermosos. El color era igual al que
quería, crema. Parecía a esas máscaras que se usaban en la antigüedad, en la
época victoriana. Unas perlas estaban pegadas en el borde, colocadas alrededor
de los ojos y del entorno. En verdad era hermoso.
-Bien,
dime cómo la quieres-
-¿A
quién le está haciendo esa máscara el señor?-
-A
nadie. Lo va a poner en la vidriera-
-Quiero
esa, pero antes de que le ponga una tira estirable para la cabeza, la quiero
con un palillo en el que lo pueda sostener-
-Muy
bien-
-Gracias,
Travis, por todo-
-Y
haría más por ti-
Tuve el impulso de
besarlo. No sabía qué debía hacer. Me calmé. Se quedó mirando, a ver qué iba a
hacer. Le sonreí.
-Ve con
tu madre, que debe estar esperándote-
-Adiós,
Travis. Nos vemos-
-Eso
espero. Mañana a las 14:30 era, ¿no?-
-Sí-
-Bien.
Entonces... hasta luego, Begg-
Lo saludé y me fui.
Acto siguiente, mi
madre me convenció de ir a buscar a mi padre al trabajo, mejor dicho, a
saludarlo. Temía que le molestara nuestra presencia porque debía estar en una
reunión. A mi madre pareció no importarle mucho. Tomamos un taxi y nos fuimos.
No fue un largo
viaje, ya que el edificio de la empresa estaba a diez cuadras de donde nos
encontrábamos anteriormente, pero no teníamos ganas de caminar. Nos recibió un
cartel gigantesco con el nombre de la empresa: Davis & Company. El edificio
debía tener mínimo treinta pisos, cada uno tendría cientos de personales
trabajando. Al entrar, un aire fresco nos bañó. Una muchacha de unos
veinticuatro años nos atendió.
-Bienvenidas
a empresas Davis & Company, ¿en qué las puedo ayudar?-
-Mi
nombre es Clara Thompson de Davis-
-¿qué
necesita, Sra. Davis?-
-El
piso en el que trabaja mi esposo. Venimos de visita-
-En el
piso veintinueve-
-Muchas
Gracias-
-Que
tenga un buen día-
Llamamos al
ascensor. Un hombre con barba corta nos preguntó el piso y lo marcó. Debo decir
que me había hecho muy amiga de él. Su nombre era Adam Courles. Tenía sesenta y
un años de edad, viudo con dos hijos, una llamada Marie y el otro llamado Bryan,
de diecisiete años.
Cuando llegamos al
piso, observamos a todos los trabajadores. Unos estaban en la computadora,
otros atendían llamados de personas, otros se los veía diseñando, otros tomando
nota de lo que decía el compañero. No hubo una sola persona a la que no había
visto trabajando. Al final de un pasillo en el que todos andaban caminando y
corriendo, una oficina con la puerta abierta parecía que nos esperaba. Una voz
se escuchaba hablando por teléfono. Tocamos la puerta hasta escuchar el
“adelante” de mi padre.
-Después
te llamo y arreglamos. Adiós- colgó el teléfono- ¿Cómo están las personas más
importantes que quería ver?-
-De
compras, como siempre, cariño- respondió mi madre y lo besó
-¿Y mi
pequeña?-
-Bien.
Me duelen los pies de caminar, pero ya se me pasará-
-Deberás
prepararte. Falta my poco para el baile-
-Lo sé.
Mamá me acompañó a ver la máscara y ya la tengo comprada y pedida. Estoy segura
de que la pasaré increíble, más aún sabiendo que lo decoró el mejor diseñador
de edificios-
-Muchas
gracias, hija, pero no soy el mejor. Nuestra empresa se encuentra en el segundo
lugar de los mejores. Antes que nosotros está Draw&Do. En verdad es una muy
buena empresa. Antes trabajaba ahí, pero renuncié ya que no me daban un respiro
para estar con mi esposa. Ya está, todo terminó. Soy el dueño de la segunda mejor
empresa de Nueva York. Tengo una hija espectacular, dulce y única, y una esposa
fiel, compañera y divina, ¿qué más podría pedir?-
-Nada
más- contestó Clara con una sonrisa
-Oigan.
Tengo ganas de probarme el vestido y todo, con excepción de la máscara que aún
no está terminada-
-Está
bien, corazón. ¿Sabes cómo ir a casa sola?- preguntó mi padre
-Sí. Ya
tengo la sensación de haber vivido aquí durante toda mi vida- dije riendo
-Muy
bien. Pues ve tranquila. Después nos vemos- comentó mi madre antes de que
cerrara la puerta de la oficina.
Cuando salí del
gran edificio, me encaminé por las calles a ver y conocer. Entré a librerías,
joyerías, tiendas de antigüedades, etc. En un momento, un local me llamó la
atención. Se llamaba: Bad & Good. Cuando me paré frente a la puerta, una
vieja anciana la abrió. Dejó que pasara a ver lo que tenía. La tienda estaba
dividida en dos sectores: el lado bueno, y el malo. Del lado bueno se hallaban
plumas de ángeles, cabello de unicornios, sombreritos de duendes, polvo del
olvido, polvo de luces. Del otro lado, encontré dedos de troll, ojos de sapo,
sangre ecuagulada y cosas espeluznantes. Al final de la habitación, alrededor
de velas, se encontraba el mismísimo libro de Lucifer. Alguien más había
entrado al local. No pude ver su rostro, pero si escuché lo que le pidió a la
anciana: Tardeo Transformus. De una pequeña caja que estaba debajo del
mostrador, sacó una botella que tenía un líquido rojo y azul. El joven pagó y
se fue. Me acerqué a la anciana.
-Disculpe,
¿qué es el Tardeo Transformus?-
-No
deberías escuchar lo que piden los demás. No me gusta responder aquellas
preguntas cuyo significado sé. Pero te diré de todos modos. El Tardeo
Transformus es una mezcla de sangre de unicornio y de perro. Esta mezcla hace
que la transformación, de la palabra Transformus, de una persona sea más
tardía, por eso lo de Tardeo-
-¿Cuál
es la transformación que quiere que no se realice?-
-La
mezcla de ambas sangres hace que un Hipogrifo no se transforme-
Esa era la
respuesta. El joven no quería transformarse en ese animal mitológico. De una
cartera que llevaba alrededor de mi cuerpo, tomé mi billetera y pagué el precio
de la botella. Mi plan era que Frank no se transformara en ángel en toda la
noche del baile. Sonaba aterrador lo que quería, pero era por el bien de todos,
principalmente para la de él. No supe si lo hacía porque lo seguía amando o
porque quería ser buena amiga. Tomé la botella y salí del local.
La calle estaba más
vacía aun cuando el día era soleado, pero era muy calurosa. Corrí hacia el
departamento hasta que un muchacho con capucha me detuvo.
-¿Qué
hacías en ese local?- me dice
-No es
de su incumbencia-
-Ya te
has olvidado que te cuido, ¿no es así? Ahora tienes otro, quien te anime y
quien está junto a ti en los momentos más horribles, cuidando que estés sana y
salva de los que te quieren hacer daño-
-¿Frank
Danibelle? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está tu querida Emma?-
-Escúchame,
Begg- dijo sacándose la capucha- Entre Emma y yo no ha pasado nada y jamás
pasará. Yo...-
-me
amas a mí. Sí, como no. No soy aquella niña que caía en tus trucos, Frank. He
madurado en estos tiempos. Ahora estoy con mi madre y padre, feliz. No dejaré
que destruyas eso-
-No
quiero destruir nada, solo quiero solucionar este problema-
-No veo
ningún problema-
-¿Por
qué tienes que ser tan terca?-
-No lo
soy-
-Claro
que sí. También eres demasiado celosa-
-¿Y
cuál es tu problema? Ya no tienes a alguien así, Frank-
-¿A qué
te refieres?-
-Yo ya
no te pertenezco. Soy una persona libre, al igual que tu-
-Estás
loca-
-Entiende
de una vez. Esto ya no es un cuento de hadas. Estoy saliendo con otra persona-
-¿Con
quién? ¿Con Travis?-
-Sí-
-¿Con
ese chico? Se nota que no lo conoces-
-Lo
conozco lo suficiente-
-Es un
chico raro, con familia rara. Todo lo que tenga que ver con él es raro-
-Deja
de intentar que lo deje, porque no lo lograras-
-No es
humano-
-No
tienes pruebas-
-No
vine aquí para escuchar estas locuras. Estuve con una adivina. Es una chica del
colegio...-
-Que
bien, me dejas por Emma y a ella la engañas con una adivina. Así está el mundo-
-Basta
de ser tan egoísta y escucha lo que tengo que decirte, ¿quieres?-
-Lo que
quiero es no tener nada que ver contigo y de eso estoy segura-
Me tomó del brazo y
me llevó a las alturas. Traté de soltarme, pero no pude. Me sujetaba con mucha
fuerza.
Una terraza llena
de flores fue nuestro paradero.
-La
adivina me ha dicho que morirás el día del baile-
-Sí,
claro ¿Ahora sales con los cuatro fantásticos?-dije riendo
-Si
quieres no me creas, pero después no hagas que te diga “te lo dije”-
-No lo
podrás decir, porque “estaré muerta” según tu adivina llamada...-
-Elizabeth-
-Según tú
adivina llamada Elizabeth-
Me llevó hasta la
terraza de mi edificio. Esperó a que lo saludara, pero no lo hice. Me di la
vuelta hacia la puerta de salida de la terraza y caminé hacia allí.
-Adiós,
¿no?- dijo lastimosamente
-Adiós,
Frank. Por favor, no quiero que vuelvas a mi edificio ni a acercarte a mí-
-Entonces será como si jamás nos
hubiésemos conocido-
-Bien-
dije cerrando la puerta.
Bajando las
escaleras, escuché un disparo. Me detuve y corrí hacia la terraza, nuevamente.
Frank estaba tirado en el borde del edificio, un hombre le había disparado.
Corrí a sostenerlo para que no cayera. Estaba muy pesado, pero finalmente logré
levantarlo. Con mucho esfuerzo, traté de llevarlo a la habitación. Lo coloqué
sobre mi cama. Busqué el botiquín de emergencias para tratar de curarlo. Con
una venda tapé la herida. Dejó de sangrar, pero aún seguía abierta. Tomé mis
cosas y fui al mismo local de la anciana.
-Necesito
algo para curar a un ángel herido-
-¿Tienes
idea en dónde está herido?-
-Cerca
del hígado-
-Dale
uno de éstos. Son píldoras curativas. Que se tome dos. En unas cuantas horas la
herida ya habrá sanado. Necesita reposo y cariño, niña. Jamás lo dejes en estos
momentos-
-Gracias.
¿Cuánto es el precio?-
-Se lo
dejo gratis, joven. El precio es que lo cuide-
-Muchas
gracias- Dije ya apresurándome al edificio
Cuando llegué,
seguía en el mismo lugar de donde lo dejé, en la misma posición. Saqué las
píldoras y se las di. Tuve que hacer que las tragara ya que parecía
inconsciente, pero respiraba normal. Allí me quedé, esperando a que la herida
sanara y despertara.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Capítulo 12
El viaje fue más
rápido a la vuelta que a la ida, pues mi padre había puesto más gasoil y pudo
acelerar. Se lo veía mal saber que debía regresar al colegio, que querría estar
más tiempo conmigo y al final nos habíamos quedado con una conversación
pendiente.
Faltaba muy poco
para llegar al instituto, pues estábamos pasando por la ciudad. Ya sentía la
suavidad de las camas, la bella iluminación de las velas en los pasillos, hasta
me puse a imaginar el baile de máscaras.
En cuanto llegamos
al instituto, ya todos estaban en la puerta esperándonos, con excepción de
Caroline y sus seguidoras.
James, al ver a
Cady, la abraza. Nicholas, al ver eso, se metió al instituto. Corrí tras él.
Cuando lo vi, estaba caminando por el pasillo con las manos en los bolsillos
como un muchacho que había perdido su juguete favorito. Lo paré.
-Nicholas,
no te pongas así-
-¿Y
cómo quieres que me ponga? Mi ex bazuqueándose con James, quien todavía no me
agrada-
-No
pongas esa cara, ya sabes que no me gusta verte con la cara larga. Quiero verte
sonreír- dije colocando mis dedos en las puntas de sus labios para que se riera
y lo logré con éxito.
-¿Cómo
haces para hacerme reír?-
-No lo
sé. Solo que eres mi mejor amigo y mi hermano y te conozco como si fuera de
toda la vida- le dije mirándole fijamente los ojos
-Gracias-
dijo sonriéndome
-No hay
porque-
Lo abrasé y puso
sus manos en mi cintura. Su felicidad también era la mía y quería verlo
contento la noche siguiente, que sería el baile de máscaras. Su compañera era
Cady, pero ahora que no estaban juntos no tenía a nadie, así que le dije que
fuera el mío. Accedió.
Salí de vuelta a la
puerta principal para tomar mi maleta y llevarla hasta la habitación. Todos se
corrieron y allá, al fondo, estaba Frank con un ramo de flores. Acercándome,
divisé que eran jazmines, mis flores preferidas. Corrí hasta llegar a él lo abrasé. Todos aplaudieron como si fuera un
reencuentro de dos enamorados que estaban destinados a estar separados pero,
con la ayuda de sus amigos, consiguen juntarse y ser felices por siempre.
Había sido hermoso
ese momento para todos, principalmente para mí y para Frank. Tomé las flores.
Todos comenzaron a gritar: BESO, BESO, BESO, y como que me avergonzaba besarlo
frente a todos. Frank me miró y se fue acercando, cerrando de a poco sus dulces
ojos. Nos besamos. Volvieron a aplaudir.
Al meterse todos en
el instituto, tomé mi bolso y saludé a mi padre con un abrazo y un beso el la
mejilla. Tanta tristeza me daba que me puse a llorar. No quería separarme de mi
padre, pues quería estar con él ahora que nos habíamos reencontrado después de
tanto tiempo. Debí dejarlo.
-Volverás
a visitarme, ¿no es así?- le pregunté secándome las lágrimas con la manga de la
remera
-Por
supuesto que si, cariño-
-Cuídate-
le dije bajando el volumen de voz
-Igual
tú- nuestra despedida hizo que se pusiera a llorar
Lo saludé otra vez
y me metí al colegio. Subí a la habitación y dejé mis cosas en el mismo lugar
que estaban antes de la partida. Todo estaba igual. Las camas hechas con las almohadas
suaves y acolchonadas. El colchón estaba más cómodo con esas sábanas que se
deslizaban por la piel de quien dormía y con dos cubitos de chocolate. Las
mesas parecían nuevas por el brillo que les dieron durante nuestra ausencia.
Jamás había visto las cosas tan bellas como ese día.
Terminé de ordenar
la ropa, guardé la maleta y salí a recorrer el colegio después de tanto tiempo.
Cuando me asomé a ver el jardín central, una joven estaba sentada en la fuente.
Bajé para saludarla y presentarme. Mientras bajaba, me di cuenta de que se
habían formado unas cuantas parejas. En cuanto llegué al jardín, la muchacha me
pareció muy bonita. Su pelo era rubio, ojos verdes, tez clara y semejaba ser
suave. Sus labios eran colorados y perfectos al igual que su mentón. Su sonrisa
era más bella que su rostro. Los dientes estaban en perfectas condiciones. Por
un momento sentí envidia de tanta perfección, pero antes de hablar, debía
conocerla.
-Hola.
Debes ser nueva- le dije amistosamente
-Oh,
sí. Es un placer. Mi nombre es Emma Clauson-
-Igual.
Me llamo Rebecca Davis, pero prefiero que me digan Begg. ¿Hace cuánto tiempo
llevas en el instituto?-
-Hace
tres días. Todos han sido muy amables conmigo y me siento agradecida por su
recibimiento-
-Siempre
que necesites algo, alguien te ayudará, hasta puedes recurrir a mí-
-Muchas
gracias-
-¿Ya
has conocido a alguien que te interese? Solo por chusma pregunto- le dije
-Sí,
pero creo que está comprometido- miró hacia abajo colorada
-Mmhhh.
Igual está lleno de chicos en el colegio...-
-Es que
solo él me interesa y soy capaz de separarlo de su novia por que esté conmigo-
-Entonces,
muéstrame de quién se trata-
Me tomó de la mano
muy tiernamente. Caminamos un largo rato hasta encontrar al muchacho que le
gustaba. Debía conocer al joven y, si podía, ayudarla a estar con él. Su mirada
iba de un lado al otro, buscando. Se detuvo.
-Es
ese- dijo señalando a un muchacho que estaba dado vuelta
-No
puede ser- dije espaciando cada una de las palabras
¡Emma estaba
enamorada de la misma persona que yo! Si le decía que el chico que le gustaba
era mi novio, intentaría separarnos. Su belleza era el triple, no, el cuádruple
que el mío. Debía hacer algo, como presentarle los chicos más lindos de todo el
instituto, pero que no fuera Frank.
-¡¿Frank?!-
grité
Se dio vuelta para
ver quién lo había llamado, así que rápidamente tomé del brazo a Emma y la escondí
detrás de una columna de cemento.
-Sí.
¿No es hermoso?- dijo suspirando
-Hay
chicos más lindos- dije, sabiendo que era la cosa más ridícula que había dicho
-No
para mí-
-¿Qué
no te das cuenta? Él ya está de novio y es muy feliz así. La relación que tiene
con su novia es hermosa y es la pareja más bella que halla en el planeta
entero- dije sin pensar
-Ya te
dije, Begg, que soy capaz de separarlo de su novia-
-Escúchame
bien. No lo separarás de su novia. Búscate otro- dije ya enojada
-Luego
veré- dijo- ¿Cómo dijiste que se llamaba?-
-Frank-
-¿Frank
qué?-
-Danibelle-
-Emma
Clauson de Danibelle, ¿no queda perfecto?-
-Queda
mejor con el mío- dije en un susurro
-Disculpa,
¿qué dijiste? Es que no te oí-
-Que
queda perfecto-
Emma salió del
escondrijo y caminó para el lado de Frank
-Hola,
Frank- dijo con una voz provocadora
Así miró. Sus
amigos la miraron y se quedaron mirándola hasta que desapareció y comentaron
que era muy hermosa la chica, pero que no sabían cómo se llamaba. También
dijeron que fuera a hablar con ella y después que vea si había alguna conexión.
De lo más adorable, Frank les contestó que yo era la única persona que tendría
su corazón y que lo cautivaba. Eso me hacía estar más cómoda, pero tenía miedo
de que nos separara. Me fui al jardín trasero para pensar y saber qué tenía que
hacer en esos momentos.
La puerta del
jardín estaba abierta y, apoyado en el árbol, estaba Frank.
-¿Cómo
es posible que seas tan rápido? ¿Y cómo sabes cuando tengo que decirte algo?-
-El collar, Begg. Al igual que tú me
puedes ver a través de él, yo también sé que te pasa algo- me dijo serio
-Es
Emma, la chica nueva-
-¿Cuál
es el problema?-
-Está
interesada en ti y eso me preocupa en verdad. Dice que si tienes una novia,
hará que se separen-
-Y
sabes perfectamente que no me separaría de ti por nada en el mundo, con
excepción de que corras algún peligro por mí-
-Lo sé.
Lo único que quiero es que tengas cuidado con ella. Jamás le digas cosas de mí,
es que debo saber más sobre ella-
-Está
bien- dijo con una sonrisa
Caminé a su lado
hasta mi habitación. Ahí estaba Cady sentada en la cama. Lo saludé a Frank y
fui a ver qué era lo que le pasaba.
Según por lo que me
había enterado, tuvo una discusión con James, que no me sorprendía del todo. No
quería decirme nada, ya que sabía muy bien que si llegaba a enterarme la razón,
sería capaz de ir a enfrentarme con él y decirle unas cuantas cosas.
Me encontraba
cansada, así que me recosté en la cama y me quedé dormida. Por suerte no había
soñado nada.
Al día siguiente,
la directora fue habitación por habitación para decirnos que habría vacaciones
por tres semanas, así que podíamos ir a caminar por el colegio o fuera de él
sin alejarnos demasiado. Decidí con las chicas seguir durmiendo para tener más
fuerzas para la segunda semana de vacaciones, que sería el baile más esperado
por todos.
Me imaginé en el
baile junto a Frank, bailando esos lentos que me hacían flotar en el entorno.
Las chicas eran hadas y los muchachos eran ángeles. Era muy hermoso todo. En la
cima de las escaleras, estaba el chico más lindo de la vida, vestido con un
traje negro. Una luz me iluminaba. Mis alas aleteaban lentamente subiendo las
escaleras y dejando caer un polvo brillante al moverme. Todos aplaudían mientras
me acercaba a Frank.
Abrí los ojos y me
encontré con una luz que volaba en mi cara. La seguí hasta el jardín central,
donde se detuvo. Estiré el brazo para tocarla y de repente, estalló frente a
mí, haciendo que me cayera. Frank me vio y corrió para ayudarme. Me miro.
Lentamente se fue alejando y tartamudeando.
-¿Te
sientes diferente?-
-¿Me
veo diferente?- dije mirando a mi alrededor.
En un momento
comencé a elevarme. No sabía la que estaba ocurriendo. Frank se puso a reír. Me
daba miedo lo que pasaba. Al dar un salto, estaba abrazada al cuello de mi
querido ángel, quien tomó mi cintura tiernamente.
-No
creí que te ibas a asustar tanto- dijo riendo
-No sé
por qué creí que esto era obra tuya-
-Era
obvio. Soy el único que haría estas clases de bromas-
Lo miré fijamente a
los ojos. Por un instante quise acogotarlo, pero miré el lado gracioso. Una
miedosa a las alturas como yo no resistiría estar lejos del piso. Frank me
había hecho una broma muy mala.
-Dime
que se terminará el efecto-
-Te lo juro.
Sino tendrás que acostumbrarte-
-Te
mereces un castigo-
-¿Vendetta?-
Lo empujé tan
fuerte que hice que cayera a la fuente. Quedó totalmente mojado y chorreando
agua. La camisa blanca que llevaba puesta se le pegó al cuerpo, haciendo que
sus músculos se notaran aún más. Comencé a reír. Con sus manos tomó una cierta
cantidad de agua y me la tiró. Así seguimos tirándonos agua hasta que se
terminó el efecto de volar. El temor a las alturas se había terminado gracias a
la broma de Frank. Me sentí mejor con las cosas a las que le temía, porque
sabía de algún modo que siempre él estaría para ayudarme a vencer todos mis
miedos. Me tomó de una mano y voló. Ese tiempo eran los mejores que había
pasado.
Así pasamos una
hora juntos en el aire e iluminados por la luna llena descendimos para poder ir
a dormir. No quería parar, pero debía estar descansada para la mañana
siguiente. Lo saludé de lo más alegre y me fui corriendo hacia mi habitación.
Se quedó ahí, mirando cómo me iba. Lo vi feliz.
La mañana había llegado
y debíamos todos levantarnos temprano para comenzar los preparativos del baile,
que sería hecho en un salón de la ciudad para que se viera más importante. La
directora comentó que mi padre iba a pagar todo.
Nos vestimos lo más
rápido que pudimos y subimos al micro que nos estaba esperando para ir.
La entrada era
perfecta, las escaleras le daban una especie de nobleza a todo, las sillas eran
afelpadas, las mesas tenían manteles suaves y perfumados, el piso parecía ser
recién comprado y jamás usado. Frente a todas las mesas había un escenario que
parecía más a una especie de tronos de los reyes imperiales. Las mesas estarían
divididas en dos sectores por una gran alfombra roja con bordados en los
costados de color dorado. Todo era perfecto, pero aún le faltaba cosas para
decorar.
De la baulera del
micro sacaron botes de pintura, cortinas, guirnaldas, flores, etc. La directora
se veía muy entusiasmada por el baile, ya que habría muchos jóvenes quienes nos
ayudarían a conseguir dinero para invertir en otros institutos que necesitaran
objetos escolares, bancos y muchas cosas más. Me gustaba mucho ayudar a los
demás al igual que a los otros les gusta ayudarnos. Administrando todo el
equipo estaba mi padre. Me sentí más feliz viéndolo ayudar a preparar todo sin
ninguna objeción y queriendo que todo saliera estupendo para dejarnos bien
delante de muchas personas.
-Que
bueno que nos estés ayudando, papá-
-Me
gusta mucho ayudar con preparativos de fiestas-
-¿Has
visto a Frank? Es que debo hablar con él-
-Creo
que tu novio esta atrás preparando el menú-
-Gracias.
Ahora vuelvo-
Caminé hacia la
cocina para ver si necesitaba alguna ayuda, pero pude notar que no. Emma estaba
allí ayudándolo a batir la crema y el azúcar para ponérselas a las frutillas,
que serían probadas por mi padre para ver si quedaría bien para el postre
final. Lo que más me había molestado fue que la estaba coqueteando mostrándole
cómo cocinaba y limpiaba los platos, cubiertos y copas. Conmigo jamás cocinó ni
me enseñó a batir, aunque eso fuera muy fácil que hasta un bebé podría hacerlo.
En un momento no solo estaban cocinando, sino que Emma se le tiró encima y
comenzó a besarlo. Puso sus manos en su nuca, levantándole a Frank el pelo.
Frank se dio la vuelta y me miró. Me volteé y le cerré la puerta en la nariz.
Me detuvo.
-No quiero estar
con una persona que coquetea con otras a mis espaldas-
-Yo no
coqueteé con nadie. Tan solo le mostraba a Emma cómo batir-
-¿En
serio te creíste que no sabía batir? ¡Hasta cuando tenía diez años sabía batir!
Encontré un recorte de CAMPEONA DE COCINA en uno de sus bolsillos-
-¿Y
cómo querías que supiera si no sé absolutamente nada sobre ella? Solamente ha
estado en el colegio por cuatro días-
-Cuatro
días es demasiado para conocer a una persona. A mí me conociste en dos días-
-Tú y
ella son diferentes para mí. Tú me interesas, ella no-
-¿Enserio?
¿Por quién me tomas? ¿Por una tonta?-
-No
digas esas estupideces, Rebecca-
-Para
ti son estupideces, no para mí. Ya que tanto te gusta enseñarle a cocinar a las
chicas, ¿por qué no te vas y haces un concurso de cocina con Emma?-
-Tal
vez eso es lo que valla a hacer-
-Bien.
Suerte y que tengan una vida muy feliz juntos, Frank Danibelle-
Caminé rápido hasta donde
estaba mi padre.
-Saldré
a caminar por un momento-
-Está
bien, pero no te pierdas-
Salí por la puerta
principal y caminé por la dirección en la que habíamos venido al salón. Caminé
por una plaza que estaba desierta pero era muy hermosa. Oí los pasos de Frank
corriendo hacia mí. Corrí lo más que pude y lo perdí. Lo había mirado a Frank
y, por primera vez, sin llorar.
Recordé que me
había olvidado de decir algo. Tomé el collar y cerré los ojos y pensé:
TERMINAMOS. ESTO NO DA PARA MÁS. Sí, había terminado mi relación con Frank.
Emma lo había logrado y había ganado tanto la batalla como la guerra. No quería
saber más nada con él ni con ella. Me dirigí de regreso al salón. Busqué a mi
padre y le dije que quería irme a vivir con él y con mamá. En cuanto le dije
eso, me abrazó con toda su fuerza y sonrió de oreja a oreja.
Cuando finalizó el
día, me subí al auto de mi padre y me llevó al colegio para retirar mis
pertenencias. Al guardar todo, miré la habitación por última vez y cerré la
puerta. Todavía nadie había llegado al instituto y así era mejor. No me
gustaban las despedidas. Coloqué la maleta en el baúl del auto y arrancamos.
Miré hacia atrás, despidiéndome del colegio, ya que no quería volver a estar
por esos pasillos que me traían buenos recuerdos que pasaron a ser malos.
Llegamos al
edificio en la que vivía mi familia. Era enorme. Era un hotel, pero teníamos
nuestro departamento ya que mi padre era el dueño de éste. El comedor tenía una
vista espectacular que hasta se podía ver las estrellas desde allí. Las
habitaciones eran totalmente gigantes que hasta cuatro elefantes podrían dormir
sin estar apretados ni incómodos. La habitación ya estaba preparada para mi llegada.
La cocina era de 10 X 7. Todo el piso, con excepción la del comedor, estaban
tapizados con una alfombra bordó que combinaban con las paredes crema. El
departamento era muy hermoso. Durante mi primera noche, las pasé mirando las
luces de los coches yendo por la primera avenida. Estábamos en el piso 24, y no
me atemorizaba de la altura, pues ya lo había superado. Todavía no me sentía
cómoda, sentía que me faltaba algo, además de mis amigas. Extrañaba los besos
de Frank, sus caricias, sus abrazos, pero me había engañado con Emma. Aunque me
dijera que no era cierto, yo lo veía así y nada cambiaría mi opinión. Debía
enfocarme más en el baile para dejarlo bien a mi padre como un gran organizador
de fiestas de colegios.
Mi padre apareció
después de dejar todas mis cosas en la habitación.
-¿Cómo
crees que será en baile?- le pregunté
-No lo
sé, pero sí estoy seguro de que estarás preciosa-
Escuché una voz
dentro de mi cabeza que decía: “no importa qué te pongas, pues siempre te ves
preciosa y siempre te verás así, Begg”. Sí, era la voz de Frank. Me había
olvidado del collar, él escuchaba todo lo que se decía. Tomé el colgante y me
lo quité así podía hablar tranquila. En ese momento me di cuenta que la única
manera para que Frank escuchara todo lo que decía era simplemente mientras
tuviera el collar puesto. No escuché más su voz por dos días.
Faltaba cada vez
menos para el baile y se debía ir en pareja. Le pedía a mi padre el número del
instituto para llamar a Nicholas y confirmar que iría conmigo. La directora
Sawner contestó:
-Hola y
buenos día, ¿en qué puedo ayudarle?-
-Buenos
días, Directora Sawner, soy Rebecca Davis-
-Oh,
hola, Rebecca, ¿cómo estas en tu hogar?-
-Bien,
gracias por preguntar-
-¿De
casualidad quieres hablar con Frank?-
-No-
dije a secas- Quiero hablar con Nicholas, por favor-
-Espérame
un momento que lo mando a llamar-
Esperé dos minutos
y contestó el teléfono:
-¿Hola?-
-Hola,
Nicholas, habla Begg-
-¡Begg!
¿Cómo estás? Se te extraña aquí-
-Estoy
bien, gracias. No creo que TODOS me extrañen allá. Cambiando de tema, te
llamaba para ver si estaba confirmado de que iras al baile conmigo-
-Sí. Te recuerdo que estaba con
Cady, pero supongo que ahora estará con James. Así que me habría quedado sin
pareja si no me hubieras dicho-
-Eso
creí-
-¿No
estabas con Frank?-
-Te
pido por favor que ni me lo nombres, y no, ya no estoy con él-
-Entonces
con mayor razón iría contigo, Begg-
-Que
bien. Entonces nos vemos ese día. Te pasaremos a buscar en el auto de mi padre.
Besos a todos, bueno, tú sabes a quien sí y a quien no-
-Sí.
Cuídate-
No lo había
escuchado a Nicholas muy feliz cuando oyó mi voz ya que estaba acostumbrado a
que yo estuviese ahí para hablarle. Lo extrañaba y mucho al igual que a las
chicas. Si me dijeran a quién extrañaba más de todos mis amigos, no sabría qué
decir ya que eran mis mejores amigos y los quería más de lo que cualquiera se
podría imaginar. No quería recordar momentos que hicieran que me sintiera mal,
pero debía prepararme. Tan solo faltaban unas semanas o días para la fiesta. Ya
tenía el vestido, los zapatos, pero debía tener un pendiente en mi cuello, y
solo se me ocurría el collar que me había regalado Frank. No quería, pero era
el más fino. En un momento me puse a pensar que si me ponía el pendiente, me
reconocería fácilmente. No, no podía ponérmelo.
Tras pasar quince
minutos, mi padre apareció en la puerta. Estaba vestido informal, con unos
jeans azules y una camisa amarilla.
-¿Necesitas
que salgamos?-
-No es
obligatorio. Solo es un collar-
-Aquí
tengo una cosa para ti- de uno de los bolsillos del pantalón sacó una cajita-
Era de tu madre. Ya no lo usa-
Tomé la caja y la
abrí. Dentro de ella había un bello pendiente de perlas blancas. Le devolví la
cajita y me colocó cuidadosamente el collar. Me alcanzó un espejo. Al verme
reflejada en él, me sentí diferente.
-Ya
eres toda una mujer- comentó mi padre sonriendo- Espero que te halla gustado mi
obsequio-
-Es
precioso, papá. Muchas gracias-
Se fue alejando
lentamente hacia la puerta, la que cerró dejándome sola.
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